El calentamiento global está haciendo mella en las cuevas de hielo de los Picos de Europa, provocando una reducción de las masas de agua sólida. El agua derretida se arrastra hacia el interior de la cueva y afecta al hielo fósil.
Cueva de hielo / Fuente: Flickr |
Se insiste en que es necesario tener un registro más amplio en el tiempo para ver la evolución de los cambios, pero la temperatura en alta montaña ha subido 1,2º fruto de un cambio global y el balance de masa de hielo estudiado ha sido negativo en los últimos 20 años.
Esquema comparativo |
Estas cuevas no son el único síntoma del calentamiento global, también podemos observarlo en ciertos puntos de la cordillera cantábrica, y es una situación irreversible.
El investigador de la Universidad de Valladolid, Manuel Gómez Lende, halló que en su interior se encuentran capas heladas generadas durante el 1300-1850.
Este suceso es un duro indicador de la situación en la que nos encontramos.
Conservantes de los
alimentos pueden alterar las hormonas y favorecer la aparición de
obesidad
En concreto, los investigadores han analizado el butilhidroxitolueno
(BHT), un antioxidante que suele estar presente en los cereales para
evitar que se pongan rancios; el ácido perfluorooctanoico (PFOA), un
polímero que se encuentra en algunos utensilios de cocina, alfombras y
otros productos; y el tributilestaño (TBT), un compuesto de las pinturas
que pueden penetrar en el agua y acumularse en los mariscos.
Enviado por: ECOticias.com / Red / Agencias
Fecha de publicació: 11/08/2017, 11:11 h | (41) veces leída
Conservantes de los alimentos pueden alterar las hormonas y favorecer la
aparición de obesidad
Conservantes de los alimentos pueden alterar las hormonas y favorecer la
aparición de obesidad, según ha puesto de manifiesto un estudio
realizado por científicos del Centro Médico Cedars-Sinai de Estados
Unidos y que ha sido publicado en la revista 'Nature Communications'.
En concreto, los investigadores han analizado el butilhidroxitolueno
(BHT), un antioxidante que suele estar presente en los cereales para
evitar que se pongan rancios; el ácido perfluorooctanoico (PFOA), un
polímero que se encuentra en algunos utensilios de cocina, alfombras y
otros productos; y el tributilestaño (TBT), un compuesto de las pinturas
que pueden penetrar en el agua y acumularse en los mariscos.
Los expertos usaron tejidos productores de hormonas obtenidos a partir
de células madre humanas con el fin de demostrar cómo la exposición
crónica a estos productos químicos puede interferir en las señales que
se envían desde el sistema digestivo al cerebro y que permiten a las
personas saber cuándo están "llenas" durante las comidas. Y es que,
cuando este sistema de señalización se descompone, la gente a menudo
puede continuar comiendo, haciendo que aumenten de peso.
En concreto, obtuvieron muestras de sangre de adultos y, posteriormente,
mediante la introducción de genes de reprogramación, convirtieron las
células en células madre pluripotentes inducidas. A continuación, con
estas células madre hicieron crecer el tejido del epitelio humano, que
recubre el intestino, y los tejidos neuronales de la región del
hipotálamo del cerebro, que regula el apetito y el metabolismo.
Una vez realizado esto, expusieron los tejidos a estos conservantes,
primero por separado y posteriormente en combinación, observando así lo
que ocurría dentro de las células. De esta forma, encontraron que los
productos químicos interrumpieron las redes que hacen que las hormonas
de señalización mantengan su estructura y se transporten fuera de las
células, haciéndolas así ineficaces.
Además, los investigadores también descubrieron que estos químicos
dañaron las mitocondrias, es decir, las estructuras celulares que
convierten el alimento y el oxígeno en energía. "Hemos descubierto que
cada uno de estos productos químicos daña las hormonas que se comunican
entre el intestino y el cerebro. Además, cuando probamos los tres
juntos, el estrés combinado fue mucho más robusto", ha zanjado el
investigador Dhruv Sareen.
Conservantes de los alimentos pueden alterar las hormonas y favorecer la
aparición de obesidad, según ha puesto de manifiesto un estudio
realizado por científicos del Centro Médico Cedars-Sinai de Estados
Unidos y que ha sido publicado en la revista 'Nature Communications'.
En concreto, los investigadores han analizado el butilhidroxitolueno
(BHT), un antioxidante que suele estar presente en los cereales para
evitar que se pongan rancios; el ácido perfluorooctanoico (PFOA), un
polímero que se encuentra en algunos utensilios de cocina, alfombras y
otros productos; y el tributilestaño (TBT), un compuesto de las pinturas
que pueden penetrar en el agua y acumularse en los mariscos.
Los expertos usaron tejidos productores de hormonas obtenidos a partir
de células madre humanas con el fin de demostrar cómo la exposición
crónica a estos productos químicos puede interferir en las señales que
se envían desde el sistema digestivo al cerebro y que permiten a las
personas saber cuándo están "llenas" durante las comidas. Y es que,
cuando este sistema de señalización se descompone, la gente a menudo
puede continuar comiendo, haciendo que aumenten de peso.
En concreto, obtuvieron muestras de sangre de adultos y, posteriormente,
mediante la introducción de genes de reprogramación, convirtieron las
células en células madre pluripotentes inducidas. A continuación, con
estas células madre hicieron crecer el tejido del epitelio humano, que
recubre el intestino, y los tejidos neuronales de la región del
hipotálamo del cerebro, que regula el apetito y el metabolismo.
Una vez realizado esto, expusieron los tejidos a estos conservantes,
primero por separado y posteriormente en combinación, observando así lo
que ocurría dentro de las células. De esta forma, encontraron que los
productos químicos interrumpieron las redes que hacen que las hormonas
de señalización mantengan su estructura y se transporten fuera de las
células, haciéndolas así ineficaces.
Además, los investigadores también descubrieron que estos químicos
dañaron las mitocondrias, es decir, las estructuras celulares que
convierten el alimento y el oxígeno en energía. "Hemos descubierto que
cada uno de estos productos químicos daña las hormonas que se comunican
entre el intestino y el cerebro. Además, cuando probamos los tres
juntos, el estrés combinado fue mucho más robusto", ha zanjado el
investigador Dhruv Sareen.
Fuente: Naturaleza
Fuente: Naturaleza
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